Cuando el calor empieza a apretar, la naturaleza se despereza del largo invierno y, como los humanos al terminar el estado de alarma, sale impaciente con gran algarabía.
El campo de Almazul está realmente precioso y digno de visitar.
Muchas personas se acercaron este fin de semana al pueblo. Algunas llevaban un año sin acudir debido a la pandemia. Así,después de tanto tiempo, las ganas de volver a Almazul eran muchas.
Para los que tengan jardín, habrán comprobado que la hierba ha crecido a raudales.
Los trigos y cebadas dan hambre verlos, y esperemos que granen bien y quiten el hambre con su grano.
El cementerio municipal está muy bonito. Aunque apenas hay gente que lleva flores a los difuntos, la propia naturaleza les proporciona un sinfín de amapolas y margaritas, dando un colorido fabuloso a los que nos esperan.
Incluso la zona de los infantes está a rebosar con sus flores moradas. Hasta se oye un runrún de zumbidos de abejas, que es como si estuvieran rezando por sus almas con sus oraciones y letanías.
Los columpios de la plaza, por fin se han vuelto a llenar después de varios meses sin oír la risa de un niño.
Se puede comprobar como a lo largo del invierno, Paco y sus ayudantes han ido arreglando las casas de Almazul, y sobretodo dando color al pueblo pintando fachadas.
Aunque el fin de semana bajaron las temperaturas con un ligero cierzo, las temperaturas rondaron entre 24º y 6º.
Alguna racha de viento daba un toque marítimo a los campos de cebadas y parecen que bailaban al son del viento, haciendo olas con las largas espigas.
Por Zárabes y Mazaterón los campos están muy parecidos.
Aquí os dejo más fotografias.
De lo único que puede presumir, de familia, amigos y el pueblo de Almazul.